Bienaventurados los pobres de espíritu

“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.

Mateo 5:3


 Todas las bienaventuranzas hacen eco a las palabras dichas por los profetas del Antiguo Testamento, especialmente Isaías 61 que alentaban a los más necesitados: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”, (Isaías 61:1-3). 


La palabra pobre en este pasaje de Mateo 5:3 proviene del griego ptojós (πτωχός) y se refiere a una persona que carece de posibilidades de vivir dignamente y no tiene absolutamente nada, ni siquiera un trabajo para proveerse. Es un verdadero indigente. En este sentido son las personas pobres que por su misma situación de escasez, generalmente, aunque no siempre, deciden poner toda su confianza en Dios. 


Por tanto las palabras “pobres en espíritu” se refiere a aquellas personas que no tienen orgullo espiritual ni dependen de sí mismos, sino que ponen toda su confianza en Dios para vivir. En la Biblia Dios siempre tiene en gran estima a los pobres:


“porque no para siempre será olvidado el menesteroso, ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente”.

Salmo 9:18


“Todos mis huesos dirán: Jehová, ¿quién como tú, que libras al afligido del más fuerte que él, y al pobre y menesteroso del que le despoja?”.

Salmo 35:10

 

Por tanto Jesús está diciendo que son bienaventurados aquellos desposeídos que no confían en sí mismos sino que han puesto toda su confianza en Dios. Las personas que comprenden este gran principio espiritual ya no confían en nada de este mundo, ni siquiera en ellos mismos, su confianza está en Dios, no viven aferrados a las posesiones materiales ya que entienden que no les darán la verdadera felicidad y su única posesión es el Reino de los Cielos. 


Contrariamente el mundo considera que los verdaderos dichosos de este mundo son aquellos que son los más fuertes y que no necesitan de nadie para vivir, viven confiados en sus riquezas; pero Jesús contrasta este pensamiento. Esta bienaventuranza implica el hecho de que el hombre reconozca su profunda necesidad y dependencia de Dios, solo cuando esto ocurre, el hombre puede acercarse a Dios y ser ciudadano del reine de los cielos. William Barclay lo dice de la siguiente manera:


“¡Ah, la bienaventuranza del que es consciente de su propio y total desamparo, y que ha puesto toda su confianza en Dios porque sólo así puede rendirle aquella perfecta obediencia que le hará ciudadano del Reino del Cielo!”

William Barclay


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