Bienaventurados los limpios de Corazón


 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

Mateo 5:8



Una vez nuestro Señor Jesús habla acerca de otra gran bienaventuranza relacionada con los ciudadanos del reino de los cielos, la cual solo puede ser reproducida en el carácter de una persona que se ha humillado y llorado sus pecados. 


La bienaventuranza está dirigida a los de limpio corazón, y en este texto la palabra limpio viene del griego kazarós (καθαρός)el cual posee un significado un poco más profundo que el de limpio. 


En primer lugar, kazarós (καθαρός), hace referente a una perfecta limpieza, pero también nos habla de pureza, sin mezclas o adulteraciones. En este sentido, son bienaventurados aquellos que verdaderamente poseen un corazón integro, sin adulteraciones o mezclas de este mundo, éstos serán los que verán a Dios. 


En esta bienaventuranza encontramos el anhelo de ver a Dios. Antiguamente las Escrituras habían declarado la imposibilidad del hombre de ver a Dios: “Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá”, (Éxodo 33:20), sin embargo, encontramos hombres en el Antiguo Testamento que ganaron el favor de Dios y llegaron a tener una relación muy cercana a Él (Moisés, Noé, Enoc, Job, José, etc.). 


Así encontramos en las Escrituras antiguas testamentarias el gran anhelo de los hombres piadosos por contemplar la gloria de Dios personalmente: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo”, (Salmo 27:4). 


Ahora bien, el Texto Sagrado declara en el Antiguo Testamento la condición para poder gozar de este gran privilegio: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?  El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño”, (Salmo 24:3-4). 


Por ende, la pureza del corazón es un requisito indispensable para poder ver a Dios, así lo declara también el Nuevo Testamento.


“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.

Hebreos 10:22


 Por ello es necesario que el corazón, el cual es el centro de todas las intenciones, se encuentre limpio de todo pecado para poder gozar de una buena comunión con Dios en esta vida, por ello el apóstol Juan nos exhorta a vivir piadosamente y sin practicar el pecado ya que eso nos aleja de Dios sabiendo que su sangre nos limpia de toda maldad.


“Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.

1 Juan 1:6-7

               

Jerónimo dijo: “Por ser Dios limpio solo puede conocerse por los que son limpios de corazón. No puede ser templo de Dios el que no está completamente limpio, y esto es lo que se expresa cuando dice: Porque ellos verán a Dios”, recordándonos aquel pasaje que dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”, (Hebreos 12:14).       


Finalmente las Escrituras nos prometen a todos los cristianos que un día veremos cara a cara a Dios en la persona de nuestro Señor Jesucristo el cual ha redimido nuestras almas del pecado.


“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

1 Juan 3:2


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