Bienaventurados los misericordiosos

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.

Mateo 5:7


Llegamos a una nueva bienaventuranza que describe bien el carácter de aquellos que han sido renovados al mostrar un espíritu contrito y humillado: la misericordia. Increíblemente en esta bienaventuranza se cumple la ley de la siembra y la cosecha: el que hace misericordia alcanza la misericordia de su Señor.


La palabra misericordia proviene del griego eleéo (λεέω) que literalmente significa: la capacidad de ponerse uno totalmente en el lugar de otro de manera que ve con sus ojos, piensa con su mente y siente con sus sentimientos. Desde este punto de vista la misericordia no es una simple compasión o sentir lastima por alguien, es como dirían ponerse en la misma situación de la otra persona y percibir sus problemas como si uno los estuviera pasando.


En el Antiguo Testamento hay un versículo donde se promete que Dios se mostrara misericordioso con los misericordiosos:“Con el misericordioso te mostrarás misericordioso…” (Salmos 18:25). En este caso la palabra misericordia en el original hebreo es: kjasád (חָסַד), la cual tiene la misma connotación que en el griego.


Nuestro Señor Jesús es el mejor ejemplo de lo que significa tener misericordia. Precisamente Él se humillo así mismo para despojarse de su divinidad y tomar forma de hombre y ser expuesto a las mismas debilidades y tentaciones que como mortales experimentamos.


La Biblia nos enseña como Jesús se hizo Hombre:


“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Filipenses 2:5-8


Por tanto que hoy puede compadecerse de nosotros ya que el mismo se sometió a las mismas debilidades que nos aquejan:


“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.

Hebreos 4:14


El aspecto de la misericordia está presente en el pensamiento central de toda la Biblia y en el Nuevo Testamento se le hace un gran énfasis para que aquellos que han sido regenerados por la misericordia de Dios reflejan la misma misericordia con aquellos que atraviesan por grandes necesidades: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”, (Santiago 2:13). 


Por tanto, así como Dios nos ha mostrado su gran misericordia al enviar a su propio Hijo, el cual tomo forma de Hombre para someterse voluntariamente a todas las debilidades y tentaciones que como seres humanos nos asaltan, así nosotros debemos identificarnos con las debilidades y problemas de otros como si fuéramos nosotros mismos los que la atraviesan. 


Por tal motivo William Barclay la llama “la bienaventuranza de la perfecta simpatía”. Vivimos en un mundo de violencia donde las personas solo se interesan por ellas misma, un mundo insensible al dolor de los demás, sin embargo, se espera que aquellos que hemos sido rescatados de la penumbra de nuestro pecados, no porque lo mereciéramos, sino por la misericordia de Dios, exprese la misma misericordia que nos salvó a un mundo moribundo, sabiendo que sus misericordias jamás terminaran en nuestra vida. Por eso Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.


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