Bienaventurados los pacificadores


“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

Mateo 5:9



Llegamos a la séptima bienaventuranza: la de los pacificadores. En el griego eirenopoiósρηνοποιός) es la palabra que se traduce como pacificadores en la Reina Valera versión 60. 


Comúnmente se piensa que un pacificador es una persona que no se mete en problemas, que ama la soledad y no busca problemas; pero esta palabra griega expresa un significado más profundo. La idea principal de esta palabra es describir a una persona que no solo ama la paz, sino que está dispuesta a trabajar y sacrificarse con tal de que sus semejantes la alcancen. 


Los verdaderos pacificadores son aquellos que luchan por llevar la paz entre sus semejantes, aunque esto paradójicamente provoque en ocasiones la oposición de otros segmentos sociales que afecte sus intereses personales. Esto lo podemos ver bien en la vida de nuestro Señor Jesús el cual traía la verdadera paz a este mundo cargado y atribulado, sin embargo, esto le provoco problemas con las tradiciones religiosas de su tiempo las cuales solo se enfocaban en lo externo y cargaban más a las atribuladas almas. Por ello hubo un constante conflicto entre Jesús y las facciones religiosas. 


Alguien dijo en cierta ocasión que no hay que sacrificar la verdad por la tranquilidad, esto significa que en ocasiones el hacer lo correcto traerá conflictos con aquellos que viven en las tinieblas pero al mismo tiempo llevará la perfecta paz a aquellos que estén atribulados y dispuestos a descansar en sus promesas. 


En el hebreo la palabra paz es shalóm (שָׁלוֹם) y su significado no solo implica que la persona tenga ausencia de problemas, sino que goce de salud y de todas las bendiciones materiales y espirituales que Dios le pueda otorgar. Ese es el verdadero anhelo de Dios para con nuestra vida. 


Por eso Juan le decía a Gallo en su tercera epístola: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”, (3 Juan 2)


Dios quiere que gocemos de la verdadera paz, pero al mismo tiempo somos responsables de trabajar para que otros puedan gozar de ella. En la Escritura vemos el ejemplo de Bernabé, el cual estuvo dispuesto a vender sus propiedades para bendecir la vida de los cristianos más necesitados:


“Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre,  como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles”.

Hechos 4:36-37

               

 Para ser promotores de esta gloriosa paz debemos ser proclamadores de la verdad del Evangelio de Jesucristo el cual murió para reconciliar al mundo con su Padre y esto es un privilegio exclusivo de aquellos ciudadanos del reino que son llamado hijos de Dios, no por el hecho de que se ganaron el privilegio, sino por la infinita misericordia que nos hace aceptos y herederos de su reino.


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