Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”.

Mateo 5:6


En esta bienaventuranza el Señor Jesús se auxilia de dos necesidades físicas fundamentales para la vida para enseñar una gran verdad espiritual, el hambre y la sed. 


Posiblemente muchas personas de los países occidentales no conozcan lo que es tener un hambre o sed que no se puedan saciar, pero para los habitantes de Israel y tierras palestinas esto sería algo común, especialmente en los tiempos en los cuales Jesús dirige estas palabras. 


En la época de Jesús, especialmente en la región de Galilea donde Jesús enfoco mucho su atención, la vida era bastante difícil. El salario de un jornalero por un día de trabajo era de un denario, la moneda romana que equivalía al drama, la moneda griega, sin embargo, muchas veces esto apenas alcanzaba para sobrevivir. De igual manera el agua era un recurso bastante limitado por el hecho de estar rodeados por tierras desérticas. Por tanto, tener hambre y sed era una cosa bastante común entre los judíos de los tiempos de Jesús.     


En el griego original las palabras que se traducen como hambre y sed son peináo(πεινάω) dipsáo(διψάω) respectivamente los cuales representan dos necesidades físicas comunes. No obstante, Jesús no se está refiriendo aquí a una necesidad física sino a una espiritual. 


Los judíos vivían en una época de dominio romano donde las injusticias ocurrían a cada momento. Ellos no eran una nación independiente, sino estaban regidas por la soberanía romana, sus autoridades no se interesaban por el bienestar de los más necesitados y sus líderes religiosos formaban parte de esta corrupción. Era lógico pensar que muchos de ellos estaban hambrientos y sedientos de justicia.


 La verdadera justicia solo puede encontrarse en Dios. Este atributo por medio del cual nos hace aceptos a Dios y nos garantiza su favor debe ser una necesidad constante en la vida de aquellos que le aman y se presentan ante Él con un corazón contrito y humillado. 


Las primeras tres bienaventuranzas nos abren la puerta para experimentar las siguientes, entre ellas el tener hambre y sed de la justicia Divina, tal y como lo expresa el salmista: “Quebrantada está mi alma de desear tus juicios en todo tiempo”, (Salmos 119:20)


Solo un corazón quebrantado es capaz de experimentar una necesidad grande por la justicia de su Señor, y los que así lo hagan serán bienaventurados porque ellos serán saciados.


 La palabra saciados viene del griego jortádso (χορτάζω) que da la idea no solo de quitar una necesidad como el hambre y la sed, sino de saciarlo hasta el máximo. Así hará Dios con sus escogidos que buscan llenar su alma hambrienta y sedienta la cual nada de este mundo puede satisfacerla como lo hacen las ricas y magnificas virtudes de la Santa Divinidad. Como lo dijo San Agustín:


“Serán también saciados en la vida presente de aquella comida de quien dice el Señor: "Mi comida es el hacer la voluntad de mi Padre" (Juan 4:34), la cual es la justicia, y aquella agua, de la que todo el que bebiere: "se hará en él una fuente de agua que saltará hasta la vida eterna" (Juan 4:14)”


#serielasbienaventuranza

#alaluzdelapalabra

#mujeresalospiesdeJesús



0 comentarios:

Publicar un comentario